En medio de un gran cuadro urbano, en el que el calor de las horas pico forma efectos borrosos y traslucidos sobre el pavimento y la desesperación y frustración se reflejan en la cara de los automovilistas, expectantes de la larga línea de coches que se extiende delante de ellos (incluyéndome en esa larga linea); ahí fue donde la vi salir de su casa, con la mirada puesta en el suelo, sorteando las piedras que tenia el empolvado caminito que llevaba hacia la calle en donde yo, en mi coche la veía discretamente.
Él caminaba un poco mas adelante, en dirección contraria a la que ella se dirigía, con manos en los bolsillos y un paso propio a alguien de su edad, algo rápido, exagerando, a mi parecer, la longitud de sus pasos, tal vez por nervios. Ella lo vio antes que él a ella, y bajó la mirada entre vergüenza e indiferencia, en un gesto que tan bien saben fingir las mujeres.
Caminaron hasta cruzarse, y casi puedo asegurar que en ese momento los dos aspiraron profundamente mientras, por un momento de esos pequeños no hicieron caso de la antigua costumbre de pasar rápidamente mostrando indiferencia por la otra persona y se miraron, en ese momento se miraron.
Ella siguió su camino con una gran sonrisa boba, olvidándose por unos segundos de que cuando se camina también se mueven los brazos al compás de las piernas. Él siguió caminando y después de 5 pasos volteó a verla una vez más, o tal vez lo demás, por que eso es lo que dicta su código genético (por lo menos eso pienso yo); y yo seguía en mi coche escuchando la misma canción, que curiosamente hacia un buen soundtrack para la historia que acababa de ver, mientras pensaba que hay momentos y sentimientos a los que aun no se les ha puesto nombre… y seguramente nunca se les pondrá.
Él caminaba un poco mas adelante, en dirección contraria a la que ella se dirigía, con manos en los bolsillos y un paso propio a alguien de su edad, algo rápido, exagerando, a mi parecer, la longitud de sus pasos, tal vez por nervios. Ella lo vio antes que él a ella, y bajó la mirada entre vergüenza e indiferencia, en un gesto que tan bien saben fingir las mujeres.
Caminaron hasta cruzarse, y casi puedo asegurar que en ese momento los dos aspiraron profundamente mientras, por un momento de esos pequeños no hicieron caso de la antigua costumbre de pasar rápidamente mostrando indiferencia por la otra persona y se miraron, en ese momento se miraron.
Ella siguió su camino con una gran sonrisa boba, olvidándose por unos segundos de que cuando se camina también se mueven los brazos al compás de las piernas. Él siguió caminando y después de 5 pasos volteó a verla una vez más, o tal vez lo demás, por que eso es lo que dicta su código genético (por lo menos eso pienso yo); y yo seguía en mi coche escuchando la misma canción, que curiosamente hacia un buen soundtrack para la historia que acababa de ver, mientras pensaba que hay momentos y sentimientos a los que aun no se les ha puesto nombre… y seguramente nunca se les pondrá.